PROYECTO CULTURAL DE PROMOCIÓN DE LECTURA LITERARIA
“… un tango puede escribirse con
un dedo, pero con el alma, porque un tango es la intimidad que se esconde y es
el grito que se levanta airado, desnudo… Un tango está en el aire como el aire,
está en el vuelo curvo de los pájaros, en la esquina distante y en la pared
descascarada que muestra una llaga de ladrillos…”
Enrique Santo Discépolo (Texto
inédito)
Es
el fenómeno más asombroso que se haya dado en el baile popular. Desde su mismo origen no fue percibido como lo
que en realidad era: una genuina creación de la clase baja, producto del hibridaje
y de las oleadas inmigratorias llegadas al puerto de Buenos Aires entre finales
del siglo XIX y comienzos del XX. Su historia es una parábola singular que va de
las entrañas del pueblo a los libros y a las conversaciones de los
intelectuales; de humildes cafés suburbanos y academias de baile al mismísimo
Teatro Colón. Una vez que fue legitimado en París, la clase alta argentina lo
adoptó. Pero este controvertido baile ha sido sucesivamente reprobado,
ensalzado, satirizado y analizado.
Origen hibrido,
sentimiento triste que se baila, lágrima de bandoneón, noche y cabaret… el tango hace
metafísica sin saberlo y sus letras son un verdadero espejo en el que mirarnos
y, al mismo tiempo, un refugio donde en ocasiones hallamos consuelo y sabiduría
de vida.
¿Por
qué tiene tanta repercusión en la literatura? Tal vez porque hoy, a la distancia,
podemos intuir la universalidad y
eternidad de su esencia.
Por
eso, cada “dos
por cuatro”, UN PASO UN TANGO.
CAFÉ LA HUMEDAD
Compuesto
por Cacho Castaña a comienzos de la década del 70, la primera versión grabada
es la de Rubén Juárez, el 2l de enero de 1974, acompañado por la orquesta de
Raúl Garello, para el sello Odeón.
Escuchá
este tango interpretado por Cacho Castaña
Humedad, llovizna y
frío
Mi aliento empaña el
vidrio azul del viejo bar
No me pregunten si hace
mucho que la espero
Un café que ya está
frío y hace varios ceniceros
Aunque sé que nunca
llega
Siempre que llueve voy
corriendo hasta el café
Y solo cuento con la
compañía de un gato
Que al cordón de mi
zapato lo destroza con placer
Café La Humedad, billar
y reunión
Sábado con trampas, qué
linda función
Yo solamente necesito
agradecerte
La enseñanza de tus
noches
Que me alejan de la
muerte
Café La Humedad, billar
y reunión
Sábado con trampas, qué
linda función
Eternamente te
agradezco las poesías
Que la escuela de tus
noches
Le enseñaron a mis días
Soledad, soledad de
soltería
Son treinta abriles ya
cansados de soñar
Por eso vuelvo hasta la
esquina del boliche
A buscar la barra
eterna de Gaona y Boyaca
Ya son pocos los amigos
que me quedan
Vamos, muchachos, esta
noche a recordar
Una por una las hazañas
de otros tiempos
Y el recuerdo del
boliche que llamamos La Humedad
Café La Humedad, billar
y reunión
Sábado con trampas, qué
linda función
Yo solamente necesito
agradecerte
La enseñanza de tus
noches
Que me alejan de la
muerte
Café La Humedad, billar
y reunión
Sábado con trampas, qué
linda función
Eternamente te agradezco
las poesías
Que la escuela de tus
noches
Le enseñaron a mis días
También en Más Poesía Por Favor
“Café la humedad”, la historia del último gran tango argentino
El Café La Humedad
estaba en una de las cuatro esquinas de la avenida Gaona y Boyacá, en el límite
de Flores Norte. “Era en la ochava que está en diagonal al bar Lumiton” Un bar
de hombres, de rufianes. En ese café no se advertía la presencia de mujeres. No
estaban prohibidas, sino que simplemente no se animaban a entrar porque el baño
"era una pocilga".
Se podía leer
tímidamente Bar “El Progreso". En 1968, las ventanas parecían teñidas de
azul. Más para propios que para extraños, ese enclave era simplemente el Café
La Humedad, que es el mismo que Cacho describió aquel año con una balada que
después se convertiría, tal vez, en el último gran tango moderno, y que Cacho
registró en febrero de 1973. Contó que siempre anduvo por allí, toda la
vida, y que el café fue su mejor escuela. “Todavía quedamos algunos de la barra
de esa época, no sé si seguimos siendo ‘la barra’, pero nos vemos de vez en
cuando", dijo en una vieja entrevista.
“Tuve la suerte de
parar en ese café y conocer a médicos, chorros, asesinos y buena gente. Pero el
lugar era un desastre. Escribí esa letra en un rato, una tarde en la oficina
del maestro Oscar Toscano, mientras él salió un rato y yo lo esperaba. Cuando
la vio, me dijo: "¡No sabés lo que escribiste!". Me di cuenta con el
tiempo.”El final para el Café
La Humedad llegó en los años '70. De bar a pizzería, de pizzería a vinería.
Años más tarde, en Carlos Calvo al 2500 Cacho Castaña abrió su propio bar con
el nombre Café la Humedad. Pero esa es otra historia. Fuente Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario