UN PASO UN TANGO

miércoles, 23 de octubre de 2019

CAFÉ LA HUMEDAD



PROYECTO CULTURAL DE PROMOCIÓN DE LECTURA LITERARIA
“… un tango puede escribirse con un dedo, pero con el alma, porque un tango es la intimidad que se esconde y es el grito que se levanta airado, desnudo… Un tango está en el aire como el aire, está en el vuelo curvo de los pájaros, en la esquina distante y en la pared descascarada que muestra una llaga de ladrillos…”
                           Enrique Santo Discépolo (Texto inédito)

Es el fenómeno más asombroso que se haya dado en el baile popular. Desde su mismo origen no fue percibido como lo que en realidad era: una genuina creación de la clase baja, producto del hibridaje y de las oleadas inmigratorias llegadas al puerto de Buenos Aires entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su historia es una parábola singular que va de las entrañas del pueblo a los libros y a las conversaciones de los intelectuales; de humildes cafés suburbanos y academias de baile al mismísimo Teatro Colón. Una vez que fue legitimado en París, la clase alta argentina lo adoptó. Pero este controvertido baile ha sido sucesivamente reprobado, ensalzado, satirizado y analizado.
Origen hibrido, sentimiento triste que se baila, lágrima de bandoneón, noche y cabaret  el tango hace metafísica sin saberlo y sus letras son un verdadero espejo en el que mirarnos y, al mismo tiempo, un refugio donde en ocasiones hallamos consuelo y sabiduría de vida.
¿Por qué tiene tanta repercusión en la literatura? Tal vez porque hoy, a la distancia, podemos intuir la   universalidad y eternidad de su esencia.
Por eso, cada “dos por cuatro”, UN PASO UN TANGO.
        CAFÉ LA HUMEDAD

Compuesto por Cacho Castaña a comienzos de la década del 70, la primera versión grabada es la de Rubén Juárez, el 2l de enero de 1974, acompañado por la orquesta de Raúl Garello, para el sello Odeón.
                     Escuchá este tango interpretado por Cacho Castaña


Humedad, llovizna y frío
Mi aliento empaña el vidrio azul del viejo bar
No me pregunten si hace mucho que la espero
Un café que ya está frío y hace varios ceniceros

Aunque sé que nunca llega
Siempre que llueve voy corriendo hasta el café
Y solo cuento con la compañía de un gato
Que al cordón de mi zapato lo destroza con placer

Café La Humedad, billar y reunión
Sábado con trampas, qué linda función
Yo solamente necesito agradecerte
La enseñanza de tus noches
Que me alejan de la muerte

Café La Humedad, billar y reunión
Sábado con trampas, qué linda función
Eternamente te agradezco las poesías
Que la escuela de tus noches
Le enseñaron a mis días

Soledad, soledad de soltería
Son treinta abriles ya cansados de soñar
Por eso vuelvo hasta la esquina del boliche
A buscar la barra eterna de Gaona y Boyaca

Ya son pocos los amigos que me quedan
Vamos, muchachos, esta noche a recordar
Una por una las hazañas de otros tiempos
Y el recuerdo del boliche que llamamos La Humedad

Café La Humedad, billar y reunión
Sábado con trampas, qué linda función
Yo solamente necesito agradecerte
La enseñanza de tus noches
Que me alejan de la muerte

Café La Humedad, billar y reunión
Sábado con trampas, qué linda función
Eternamente te agradezco las poesías
Que la escuela de tus noches
Le enseñaron a mis días


 UN PASO UN TANGO.
                   
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“Café la humedad”, la historia del último gran tango argentino

El Café La Humedad estaba en una de las cuatro esquinas de la avenida Gaona y Boyacá, en el límite de Flores Norte. “Era en la ochava que está en diagonal al bar Lumiton” Un bar de hombres, de rufianes. En ese café no se advertía la presencia de mujeres. No estaban prohibidas, sino que simplemente no se animaban a entrar porque el baño "era una pocilga".
Se podía leer tímidamente Bar “El Progreso". En 1968, las ventanas parecían teñidas de azul. Más para propios que para extraños, ese enclave era simplemente el Café La Humedad, que es el mismo que Cacho describió aquel año con una balada que después se convertiría, tal vez, en el último gran tango moderno, y que Cacho registró en febrero de 1973. Contó que siempre anduvo por allí, toda la vida, y que el café fue su mejor escuela. “Todavía quedamos algunos de la barra de esa época, no sé si seguimos siendo ‘la barra’, pero nos vemos de vez en cuando", dijo en una vieja entrevista.
“Tuve la suerte de parar en ese café y conocer a médicos, chorros, asesinos y buena gente. Pero el lugar era un desastre. Escribí esa letra en un rato, una tarde en la oficina del maestro Oscar Toscano, mientras él salió un rato y yo lo esperaba. Cuando la vio, me dijo: "¡No sabés lo que escribiste!". Me di cuenta con el tiempo.”El final para el Café La Humedad llegó en los años '70. De bar a pizzería, de pizzería a vinería. Años más tarde, en Carlos Calvo al 2500 Cacho Castaña abrió su propio bar con el nombre Café la Humedad. Pero esa es otra historia.   Fuente Clarín

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