UN PASO UN TANGO

lunes, 2 de octubre de 2017

“Los docentes como fomentadores de la lectura”



La escuela debe constituirse en transmisora de la herencia cultural en su conjunto, enseñando a leer y escribir. Desde hace muchos tiempo la lectura y su enseñanza- aprendizaje en el ámbito escolar, ha sido y sigue siendo tema de reflexión y discusión para profesionales, familias e incluso también para los docentes.
Le corresponde a la escuela desarrollar acciones en relación a la capacidad oralidad lectura y escritura con énfasis en comprensión lectora, para formar lectores y escritores autónomos, creativos y reflexivos que puedan constituirse en hacedores de su propia cultura.
La lectura es una actividad social porque supone grupos de personas que comparten significaciones; y justamente los alumnos asisten a la escuela para comprender y apropiarse de esas significaciones del mundo cultural; la enseñanza escolar de la lectura colabora de modo central en el papel socializador, cohesionador e incluyente que dé la escuela.
La lectura en la actualidad, perdió su importancia y valor que tuvo desde sus comienzos; ésta era considerada una herramienta de poder para quienes la poseían, y lograba llevar al hombre a reflexionar, atravesar más allá de las fronteras impuestas por la cultura, romper los tabúes creados por la religión, y explorar a través de la imaginación sin explicaciones científicas.
Si entendemos que leer es comprender un texto y no simplemente decodificarlo, el método de enseñanza de la lectura en la escuela se complejiza. El docente tendrá para propiciar la enseñanza de la lectura y generar una serie de estrategias generales de comprensión para brindarle al alumno, las cuales lo ayudarán a éste a establecer su propio proceso de lectura.
Es fundamental considerar en el modelo de comprensión lectora tres variables principales: el sujeto que lee, el texto y el contexto como componentes interactivos en el proceso de lectura.
Tanto la lectura como la escritura son dos prácticas sociales complejas que demandan la puesta en marcha de importantes habilidades cognitivas. Estas prácticas resultan determinantes para el sujeto que vive e intenta cumplir con su papel en la sociedad en que se encuentra inmerso; es necesario que los docentes nos replanteemos cómo estamos enseñando estas prácticas y así reasignarles el significado social que ameritan o en otras palabras resignificar dichas prácticas.
Los adolescentes prefieren cualquier otra labor que leer; se inclinan por otras actividades. Leer es para los jóvenes aburrido, algo ajeno totalmente a sus intereses, una tarea impuesta que no les proporciona ningún placer ni satisfacción, una experiencia que prefieren evitar.
Los alumnos suelen llegar a la secundaria con distintos niveles. Algunos articulan con claridad, otros tienen lenguaje lento o perezoso o con defectos; algunos jóvenes vienen de hogares donde escuchan una gran cantidad de palabras bien elegidas, mientras que otros con un vocabulario muy limitado. En su habilidad de expresar sus ideas, hay jóvenes que no responden, a menos que se les estimule, o hablan con pocas palabras; en tanto que otros quieren hablar y tienen muchas habilidades para hacerlo. Depende, además, de sus ganas de ser, estar, crecer y de imitar.
La lectura es un hábito que disminuye cada vez más, sustituido muchas veces por algunos medios de comunicación como la computadora, los celulares y la televisión. Esto lleva a reflexionar, que si bien es cierto que la tecnificación avanza para ahorrarle muchas tareas al ser humano, éste no debe perder la capacidad de leer críticamente.
Así mismo, desde nuestro rol de mediadores, de pasadores de libros, tenemos la obligación insoslayable de contribuir a que los jóvenes puedan acceder a sus derechos culturales, a través de una democratización responsable de las prácticas de lectura. Tal vez debamos pensarnos como lectores y también como estudiantes para descubrir cuales deberían ser las pautas que nos movilicen a descubrir el camino a seguir.